lunes, 25 de mayo de 2015

El Tiet

¿Taver-Teca?

Así se definen. ¿Así es?

Aspecto de taberna, el restaurante El Tiet, la tiene. Y teca, la sirven.

Sobre el interiorismo del restaurante El Tiet no ahondaré, pues una, unas imágenes valen más que mil palabras –parece mentira que esto lo esté escribiendo un servidor-.

Sobre la teca que se sirve en el restaurante El Tiet sí que me explayaré, pues ésta lo merece y, asimismo, mi vocación de pianista del teclado alfanumérico así me lo exige.

Hace un año y medio que Iván Rodríguez Vivancos puso el resto y todos sus ahorros para que su restaurante El Tiet viera la luz.

Un Iván que, tras haber mamado de la teta de los restaurantes Reno o Drolma –cuando brillaban, no en su gris ocaso- y que también se curtió en los fogones de los restaurantes Can Fabes, Claris o La Tintoreria, levantó la persiana de su restaurante El Tiet con la vocación de democratizar la mejor cocina de mercado.

Desafortunadamente, la crisis y una platea barcelonesa con menos cultura gastronómica de la que cree que atesora –comprándola por lo que vale y vendiéndola por lo que cree que vale se haría un buen negocio con ella-, le obligaron a cocinar menos espardeñas, gambas o almejas y a abandonarse a la tapa y al platillo facilón.

Afortunadamente, hoy las cosas no le están yendo mal del todo y, de las pocas palabras que pudimos compartir en mi vista, deduje –espero que no erróneamente- que, en breve, volverá a las iniciales andadas –yo lo celebraré y, espero, todos lo valoremos, pues veo en Iván el espíritu del mejor Albert Ventura-.

Sin duda, la cocina patera en la que tiene que desenvolverse no suma a la causa de su potencial culinario, no obstante, en la carta del restaurante El Tiet, entre unos cuantos pingos y pongos hay espacio para magníficas expresiones de bisutería –os reto a encontrar en Barcelona precios más de derribo que los que se dibujan en sus pizarras- gastronómica.

Una cocina popular –Iván, tienes talento para aspirar a la élite- que sirve una solvente, por las noches, sala (a cargo de Arturo) y, además, empática, los mediodías (capitaneada por Bea), de la que disfruté, con muchos altibajos, de la mano de:

Un excelente “Vermut de payés” –os aseguro que el vermut que se sirve en el restaurante El Tiet no pasará de moda-.

Unas muy buenas patatas bravas “Bohèmic style”. Unas bravas “comme il faut”, esto es, no aptas para una primera cita ni por su buen alioli ni por su potente salsa brava con base de pimiento choricero y vinagre.

Un interesante hummus con crujiente de pan de garbanzos al comino.

Una correcta coca de pan con tomate aderezada con un tristón aceite Saba de Ódena.

Una tan barata (1,45€) como prescindible –por grasa- “Croqueta casera”. Cincuenta céntimos la separan de las de Mont Bar, Bar Bas, Coure, Vivanda o Espai Kru, pero el abismo gastronómico con éstas es colosal.

Una muy buena ensaladilla de gambas. Mérito debido a la buena cocción y a la calidad de la patata, a la untuosidad de la mezcla y, sobre todo, a la intensidad gustativa propiciada por una gran mayonesa de marisco.

Una colosal hamburguesa de sepia aderezada con hinojo y salicornia y acompañada por un cremoso de estos bulbos y hierbas que, sin duda, justificaría la vista al restaurante El Tiet, por ser una de las mejores hamburguesas de Barcelona, si ésta se sirviese entre dos rebanadas de pan de tinta. Eso sí, el buquet de algas y huevas de arenque que la acompañaban, mejor arrojarlo por la borda.

Un buen, en valor absoluto, y un magnífico, en valor relativo (15€), lomo bajo de rubia gallega (con 40 días de maduración), perfecto en su punto de cocción, y atinadamente acompañado por un parmentier de patata y champiñones.

Una muy buena versión del “Lemon pie” de la mano de una perfecta equilibrios de ácido (crema de cítricos), dulce (merenge) y amargo (crumble de pan de especias).

Y un facilón postre de chocolate (cremoso y helado de chocolate) en el que un crujiente de cruasán, demasiado triturado y algo seco, restaba más que sumaba.

En definitiva, una BBB casa de tapas y platillos que, por el talento que encierra su minúscula cocina, podría –debería- aspirar a mucho más.

Bodega: Dotada de casi 20 referencias por botella o a copas. Lo mejor, la variedad y los precios de éstas, lo peor, lo facilón de la selección –Iván me apuntó que, en breve, incorporaran unos cuantos vinos ilustrados-. Mi tuerto en el país de los ciegos fue un El Sagal 2013 (Merlot, Cabernet Franc y Tempranillo) del Celler El Molí del Pla de Bages.

Precio: 30€. Precio medio a la carta: 20€-30€. Menú mediodía: 10,50€.

En pocas palabras: Paradigma de la buena relación calidad-precio.

Indicado: Para comer, y bien, fuera de casa por poco más de lo que te costaría abrir dos pizzas de Casa Tarradellas.

Contraindicado: Para los que se nos revuelve el estómago al masticar un talento latente.

Còrsega 382, Barcelona
931 410 583

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