domingo, 4 de marzo de 2012

Moo

Con unas horas de retraso respecto la deuda contraída en mi última crónica y transcurridos diez días desde mi almuerzo en el restaurante Moo, he aquí todos los detalles de una comida que cambió, para bien –muy bien, me atrevería a dejar escrito- mi forma de ver al más virtuoso de los hijos del Grupo Tragaluz.

Mi última visita a este restaurante que se encuentra bajo el paraguas –la protección- de los hermanos Roca databa de mediados de 2009 y, del mismo modo que en fechas próximas sucederá con otras imprescindibles casas de comidas barcelonesas (i.e. Sense Pressa, Ipar Txoko, Taktika Berri, Lasarte) visitarlo era preceptivo al efecto de que este blog pudiese reflejar lo más fielmente la grandeza del panorama gastronómico de nuestra ciudad –y, para que engañarnos, de paso, regalarme una de las más completas experiencias gastronómicas de las que uno puede disfrutar en la Ciudad Condal-.

Por dos, hasta la fecha, se contaban mis visitas al restaurante Moo y, en ambas, la alargada sombra del excelente trabajo de su equipo de sumilleres no había permitido brillar al equipo de cocina comandado por Felip Llufriu.

Afortunadamente, hoy, el titular es bien distinto, y la noticia más reseñable del restaurante de autor del hotel Omm es que, y sin pretender restar un ápice de mérito al trabajo de su nuevo (en noviembre de 2010 asumió tal responsabilidad y honor) sumiller Xavi Ayala, sino todo lo contrario, pues en su talento sigue residiendo uno de los grandes valores y factor diferencial, de calidad, del restaurante Moo, por fin, su cocina se ha puesto a la altura de su bodega –que no es moco de pavo-.



Y así, hace un par de jueves, pude disfrutar como siempre de una de las más bellas y mejor llevadas salas de Barcelona y como nunca antes del talento de Felip de la mano de:

Un notable cuarteto de aperitivos: galleta de olivada, crujiente de vermut, macarrón de trufa y su versión –sin duda, el mejor de ellos- de la patata brava.

Un excelente servicio de panes (cebolla y queso, malta y de payés) acompañado por el omnipresente en las grandes mesas y, a mi entender, algo sobrevalorado aceite Dauro (DO Empordà).


Una segunda oleada de aperitivos protagonizada por un cremoso de maíz con aceite de vainilla y caviar de arenque; una ensalada de rábano, rosas y cigala; un carpaccio de ostra, crujiente de manitas de cerdo y judías de Santa Pau y un bikini de rabo de toro con queso Tou de Tilers para el que el calificativo de notable quedaría muy corto, particularmente para éste último.

Un “Huevo de oro”: cremoso de patata, polvo de maíz tostado, gelatina de oro, yema de huevo y cúpula de caramelo y oro; que, si bien estéticamente merecía el más preciado de los metales, por el desajuste gustativo que provocaba la intensidad del maíz tostado y por el difícil juego de texturas que ofrecía el plato, la medalla de bronce ya se me antojaría como un más que generoso reconocimiento.

Unas interesantísimas texturas de boletus -me quedo, sin género de dudas, con la de polvorón- con foie.

Una soberbia –en su mejor acepción- fideuá sin fideos: gelatina de fideos –un trabajo de chinos, aunque, en este caso, sería más propio decir que de stagiers- preparada con caldo de gambas, mejillones, pulpitos, gambas, esferas de alioli y mayonesa de azafrán; a la que, de ponernos muy, pero que muy estrictos cabría reprochar un exceso de intensidad de éste último.

Unos colosales tubérculos asados acompañados por trufa negra y papada de cerdo cocinada a baja temperatura y posteriormente empanada. Papada que, por su calidad y sorprendente preparación, sin duda, merecería el Óscar a mejor actor de reparto.

Un notable canelón de perdiz torcaz (farsa) en el que las veces de pasta las interpretaba una gelatina de trufa y las del queso que suele coronar estas preparaciones un polvo de nuez de Macadamia.

Un excelente (calidad y cocción) morro de bacalao rebozado con polvo de ñoras y acompañado de un caldo de legumbres y cabello de ángel.

Una notable perdiz con guiso de cereales y aire de tomillo.

Una buena, aunque no me erizó la piel, como sí, en su día, hicieron las degustadas en Coure –por intensidad-, Àbac –por sutileza- o Alkimia –por la concurrencia de ambas virtudes-, liebre a la Royal.

Una sabrosoa crema de Tou de Tilers con espuma de manzana ácida.

Un excelente postre láctico: dulce de leche, “recuit” (espuma y helado), algodón de azúcar y guayaba (cremoso y granizado).

Unos “Chocolates del mundo”: Sur América, África, Oceanía, del 44% a 98 % de cacao y presentados como brownie, cremoso, toffee, gelatina, galleta, crujiente…que, seguro, a muchos enamorarán, pero que a un servidor, por su absoluta falta de complementariedad y por ser ocho postres en uno, no me cautivaron en absoluto.

Y de un excelente café acompañado por unos correctos petit fours (anacardo con chocolate blanco, gominola de naranja sanguina y caja de bombones, de la que prové el de maíz).


En definitiva, un restaurante que, por el increíblemente bien avenido matrimonio que ofrece entre cocina –de notable alto- y bodega –de matrícula-, se vislumbra como una de las más completas propuestas gastronómicas de Barcelona.

Bodega: Pierre Péters; Crozes-Hermitage, Alain Graillot 2010; Dido 2010; Trossos Negre 2009; Prado Enea 2004; Peter Jakof Kühn Riesling Spatlese 2006; Ino Masia Serra; y Dolç d’Englora.








Precio: 140 € (Menú Joan Roca + maridaje). Ofrecen, asimismo, en el restaurante Moo un Menú Temporada (79 €) y un Menú Moo (45 €, solo disponible los mediodías de lunes a viernes).

En pocas palabras: Mucho más que el mejor de los maridajes.

Indicado: Para los que desean acercarse al universo Roca o para los que creemos que todo plato tiene su media naranja en el infinito universo del vino.

Contraindicado: Para abstemios o para los que les da dolor de cabeza mezclar alcoholes.

Rosselló 265, Barcelona (Hotel Omm)
93 445 40 00

7 comentarios:

  1. O para los que su bolsillo tiene un agujero y sigue soñando con que alguien le preste aguja e hilo para coserlo.

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  2. Desafortunadamente, apreciado Anónimo, el "Contraindicado" que sugieres es una realidad para demasiadas personas, y a la que el sector de la restauración no debería dar la espalda.

    Un saludo,

    eduard

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  3. Eduard, me parece muy interesante el post, además de parecerme muy acertado tu comentario inicial sobre el cambio a bien de tu visión de los Tragaluz.
    Me da la sensación que demasiada gente se pone en contra de los restaurantes del grupo por ser de ESE grupo. Si fuesen restaurantes independientes no les parecería tan mal, pero existe una tendencia entre el mundillo bloguero restaurantil de intentar rebajar la calidad de estos restaurantes y negarles su calidad. A mi siempre me ha gustado su estilo, sus espacios y sus cocinas, y aún sabiendo que tal vez a veces pequen de sobreprecio, nunca he tenido una mala experiencia en ellos. Y conozco bastantes.
    Es una sensación, el "muerte a los fashion restaurants del Tragaluz para guiris" o una cosa así. Y no es justo.
    Iría, si pudiera, al Moo con los ojos cerrados, pero por ahora me conformaré con el Mordisco...Tremenda pinta.

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    1. El tratamiento que da ESE grupo a sus trabajadores bièn merece el prejuicio de no ir. Tenemos que saber también mirar dentro de sus cocinas y sus espacios, porque detrás de todo siempre están las personas que trabajan allí. Ir a comer a un restaurante también debe incluirse dentro de "consumo responsable" es como comprar en el corte inglés o el zara, una cuestión de…conciencia.

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  4. Muchas gracias, David.

    Aunque, matizando un poco tus palabras, no es que haya cambiado mi forma de entender al grupo Traguluz, grupo, como todo hijo de vecino, con sus luces y sus sombras, sino que esta crónica versa sobre su gran casa de comidas.

    Sin duda, en ocasiones, se ha criminalizado a los restaurantes de este todopoderoso grupo, pero también, en otras, se ha dado notoriedad a propuestas que no la meritaban.

    Agua, Tragaluz, Tragamar, Les Cuines y, por supuesto, Moo, son, sin duda, sus casas de comidas en las que me encontrarás.

    Un saludo,

    eduard

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  5. Eduard, toda la razón. Ni hay que darle tantos palos ni tal vez merezca tantos elogios, pero yo hablaba de una sensación. Ya digo que nunca he tenido malas experiencias y sus propuestas me gustan en general, pero veo que se critica a restaurantes del grupo por x o y de forma a veces gratuitas. No sé, tal vez sea yo el equivocado.

    De los que dices, el Tragamar es ideal. ;)

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  6. Son plenamente consciente de la sensación que denunciabas, David.

    Moderación, ponderación y respeto deberían ser las bases de toda crítica.

    Un saludo,

    eduard

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