jueves, 3 de junio de 2010

Tomás Cusiné

O uno de esos “cocineros” que sólo pueden intentar una receta una vez al año

El pasado fin de semana me di el gustazo de visitar las bodegas de uno de los mejores viticultores de mi tierra (Lleida, DO Costers del Segre). Bodegas que se encuentran en el bello pueblo del Vilosell.

El Vilosell es un pueblo situado a 750 metros de altura y que a pesar de pertenecer a la provincia de Lleida, sus montes lindan con la de Tarragona, siendo estos dos factores, esto es, la altura y que su clima es una conjunción del mediterráneo, propio de la costa, y del continental, propio del interior, los que confieren un carácter casi único a los vino que Tomás elabora.

Hace unos años responsable, junto con su hermano, de las Bodegas Castell de Remei (Oda, Cérvoles, etc.), Tomás Cusiné se aventuró con su homónima bodega en 2004, decidiéndose por seguir vinculado a DO Costers del Segre a pesar de haber barajado las posibilidades de iniciar su proyecto más personal en otras zonas como el Empordà o el Sur de Francia.

En sus inicios, el 100% de la uva vendimiada era comprada, siendo en el año 2006 cuando comenzó a embotellar también uva propia, suponiendo en esta cosecha de 2010 un 65% del total de su producción. Producción que ronda los 300.000 kilos, esto es, aproximadamente, unas 200.000 botellas.

Entre las vides que Tomás cultiva, en un suelo eminentemente calcario y arcilloso (partes iguales de arena, arcilla y limos), ya sea en vaso o en parra, de escasos 5 años y hasta pasados los 45 (algunas Cabernet Sauvignon y Monastrell), encontramos casi una veintena de variedades entre tintos y blancos, entre ellas: las citadas Cabernet y Monastrell, Ull de Llebre (el Tempranillo catalán), Merlot, Cariñena, Garnacha, Marselan, Syrah, Macabeo, Xarelo o Parellada.

Vides que, como se ha referido, crecen en condiciones más parecidas a las del Priorato y el Montsant que a las del resto de la DO Costers del Segre y son abonadas principalmente con estiércol de cordero (muy rico en materia orgánica). Asimismo, gracias a su bajo rendimiento (unos 5.000 kilos por hectárea, mientras en la misma zona llegan a alcanzarse los 13.000) dotan de una enorme concentración a la uva, y como consecuencia de los cambios de temperatura (noche/día) que sufren potencian el color y la acidez de ésta.

A día de hoy, de ellas, Tomás elabora 4 vinos, de los cuales sólo uno de ellos es un monovarietal (el Macabeu), el resto son cupajes (Geol, Vilosell y Auzells), y ¡vaya cupajes!, pues llega a combinar más de diez variedades en cada vino. No obstante, al final de la visita me confesó que en breve pretende aventurarse con la elaboración de tres o cuatro vinos de pequeña producción de los cuales, uno o dos, podrían ser también monovarietales.

Curiosas, a la par que un merecido homenaje a la tierra, son las explicaciones de los nombres de sus vinos, claro está, salvo la del Macabeu, que obedece a la variedad con la que se elabora.

Así, Geol hace referencia a un tipo de piedra negra (translación del significado del nombre al color de la etiqueta), y Vilosell y Auzells hacen referencia al nombre del pueblo que alberga su bodega, el primero en catalán y el segundo en occitano, y ya que se predica que el saber no ocupa lugar, deciros que el nombre del pueblo significa Vila (pueblo) dels Ocells (pájaros).

Llegados a la bodega tras la bonita excursión por sus tierras, pude observar las distintas cubas (de 300 litros hasta 10.000) en las que las uvas seccionadas a mano inician, separadamente por productor y variedad, su primera fermentación.

Al tiempo que Tomás me explica que la segunda fermentación se hace ya en barricas de roble francés de 250 años, me ofrece una clase magistral sobre este elemento esencial para la obtención de vinos de calidad.

Me explica que, aunque el roble español es de la misma calidad que el francés, no existen casi barricas españolas pues no existen robles es España lo suficientemente viejos ya que al tiempo que hace 300 años Francia regulaba su tala, en España los cortábamos indiscriminadamente para hacer los mástiles de nuestra “invencible” armada.

Me cuenta, asimismo, que la diferencia de precio entre el roble americano y el francés radica en que el primero se puede serrar, mientras que el segundo exige que se parta utilizando cuñas, un procedimiento mucho más costoso en tiempo y recursos.

Por último, respecto las barricas, me señala la importancia del tonelero, quien ensambla y tuesta la barrica y quien, en consecuencia, ejerce una notable influencia sobre el resultado final del vino.


Para terminar la visita, Tomás me ofrece una cata, no de sus vinos ya embotellados, sino de las diferentes variedades que los compondrán. Así, pude catar, e intentar comprender qué aportaba cada una de ellas, las siguientes variedades:

Garnacha, de la que puede destacarse su aportación aromática y definidora de la región, pues es sumamente cambiante en función de la tierra en que se cultiva.

Cariñena, que, sin duda, es la que aporta el nervio, la vivacidad a los vinos de Tomás.

Merlot, de taninos delicados.

Cabernet Sauvignon, del que destacar su color y capacidad evolutiva.

Marcelan, una vid de creación francesa (Garnacha y Cabernet Sauvignon), de uva pequeña y de piel dura y rendimiento del 50%, que destaca por su concentración y aroma.

En definitiva, una mañana de sábado en la que algo aprendí, pero que sobre todo acabó de despertar en mi un interés por un mundo de infinitas posibilidades y matices que ya no creo que vaya a ser capaz de aplacar.

Gràcias Tomás.

Bodegas Tomás Cusiné
Plaça de Sant Sebastià, 13
El Vilosell
Lleida
T. 973 176 029

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