jueves, 15 de abril de 2010

El Portal de Echaurren

Es innegable que, en estos tiempos, los restaurantes de hotel son una tendencia al auge, mas lo verdaderamente meritorio son los hoteles de restaurante, esto es, aquellos restaurantes que, gracias a su buen hacer tras los fogones, gracias al respeto y confianza que sus creaciones inspiran, han sabido construir, y nunca mejor dicho, una propuesta hotelera entorno a una filosofía gastronómica. Justo lo que sucede con el restaurante el Portal de Echaurren en el riojano pueblo de Ezcaray.

Por el tiempo que buen hacer en ambas empresas lleva siendo una constante, estoy convencido, y fervientemente deseo, que los aciagos momentos que han sobrevenido al bi-estrellado Hotel-Restaurante de la avenida Tibidabo de Barcelona no hallarán su réplica en Ezcaray.

El restaurante el Portal de Echaurren es un oasis de creatividad en la estepa de tradición que domina el panorama culinario riojano. Tradición, no obstante, a la que en el Portal se le rinde merecida pleitesía.

Antes de coger definitivamente la pluma de cronista gastronómico, me gustaría platearos dos preguntas que, a propósito de la cena en el Portal, me asaltaron.

¿Qué sentido tiene cuidar unos detalles al máximo y luego descuidar con la misma intensidad otros?

¿Por qué todavía sigue identificándose el trato respetuoso con un hacer arcaico?

Tendréis que visitar el restaurante para descubrir qué detalles hicieron brotar en mí tales dudas. Y no lo dudéis, aunque no lo descubráis, cualquiera de sus dos menús justificará el kilometraje que vuestra curiosidad os haya impulsado a recorrer.

Yo me decanté por el Menú Memoria, compuesto por sus creaciones más representativas. Por supuesto, había novedades de esta misma temporada, pero también platos que se remontaban al año 2000.

Que un plato de hace diez años no desentone dentro de un menú degustación dice mucho del talento que atesora quien lo concibió.

Como aperitivos, una notable teja de pipas y un bastón de pan de aceitunas, un corte de queso con miel y sésamo, unas, y cito literalmente la carta, “croquetas que le quitamos a mi madre” (eran excepcionales, pero si se las hubiesen quitado a mi “iaia” dejarían sin respiración), un montadito de queso de cabra, germinados y, de nuevo, sésamo, y



Salmón, tomate y germinados con velo de pimiento rojo. Un aperitivo bueno a la par que bello.

Es de destacar que en el Portal se atiende a uno de mis más deseados y desoídos ruegos: una propuesta variada y de calidad de aceites. En este caso, aceites de Jaén, Córdoba, Lleida, L’Empordá, Toledo y Navarra, todos ellos de alta calidad. Pese a mis orígenes, me decanté por el cordobés y el toledano.

Como entrantes, un buen tártar de tomate (lástima que no sea su época), coronado por una cigala de altísima calidad y un ajoblanco tan increíblemente bueno e intenso que enmascaraba algo el conjunto de sabores.

Un arroz cremoso de (y con) bogavante, aire de almendras y reducción del “fumet” de bogavante, como hacía tiempo que no comía. Sencillamente excelente.

El papel del pescado lo bordó una merluza a la romana, sobre pimiento asado y un magnifico caldo de arroz. La interpretación fue sublime gracias a que no se trataba de una merluza a la romana al estilo tradicional, si no que, gracias a que estaba primero ligerísimamente rebozada y luego terminada de cocinar a baja temperatura, tenía ese agradable sabor a fino rebozado pero conservaba la melosidad de un pescado cocinado en su justo punto.

Como carne, un cordero lechal cocinado a baja temperatura que, si bien era tierno y jugoso, me decepcionó algo por la simpleza, en su conjunto, de plato (sólo acompañado por unas patatas panadera).

Como postre, una excelente versión de la tatin de manzana, en la que predominaba agradablemente el toque crujiente, y en la que se agradecía como contrapunto a la miel y la vainilla un excelente queso cremoso.

Los petit tours fueron igualmente meritorios (una piruleta de dos chocolates, un caramelo de almendras, un financiero y un minicoulant).

En definitiva, el Portal de Echaurren hace mucho tiempo que hizo de la cocina creativa sin estridencias su bandera. Bandera que hoy muchos quieren ondear, pero sin duda, con mucho menos atino que en esta gran casa de comidas riojana.

Vino: Abel Mendoza Viura (Otra, una más, de las magníficas propuestas del pequeño gran viticultor de San Vicente de la Sonsierra, y al excelente precio de 10 € en tiendas)

Precio: 75 €
Calificación: 15,5/20

Indicado: Poner un broche de oro a una escapada a La Rioja.

Contraindicado: Para los que requieren de un servicio de sala sonriente para disfrutar de una buena velada.

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