lunes, 12 de abril de 2010

Abel Mendoza


Sábado 3 de abril, son la 10 de la mañana y Abel abre las puertas de su casa, de su negocio, de su pasión, en definitiva, de su vida, a dos desconocidos.

Sábado 3 de abril, son las 4 de la tarde, y Abel, Maite y Mus (su precioso perro ganado en una partida de mus) nos desean buen viaje.

En ese lapso de tiempo, todo lo que sigue:

Nada mejor para romper el hielo que compartir un café mostrando cada uno sus cartas en una más que agradable conversación. Conversación en la que rápidamente percibí que Abel gusta de jugar con las cartas abiertas y que su personalidad y sapiencia son lo que confiere a sus vinos ese carácter tan excepcional como rara avis.

Así, para haceros algo partícipes de ese artista (no osaría llamarlo sólo productor) del vino que es Abel, aquí van algunas de las sentencias con las que me obsequió café en mano.

El vino es para disfrutarlo, no para exponerlo en una vitrina.

Yo trabajo para que tú disfrutes, no para que el crítico me alabe.

Don Simón vende 200 millones cartones, algo bueno tendrá.

Hoy, con el vino, la moda es la singularidad, espero que, como en la gastronomía, regresemos a los orígenes, a lo propio, en definitiva, a lo que es nuestro.

Si voy al Mediterráneo quiero sol, y si voy al Cantábrico frío y lluvia, y lo que seguro que no quiero es una playa en medio de Zamora (denunciando la homogenización de los vinos y la ausencia de la singularidad específica que aporta cada tierra, cada zona).


No siendo extraños el uno para el otro, subimos a su todoterreno y comenzamos a recorrer la zona vinícola que rodea la preciosa localidad de San Vicente de la Sonsierra y en la que, entre otros, cultivan la vid Remelluri, Torres, Contador, Sierra Cantabria, el propio Abel Mendoza y, citando literalmente, “algún que otro gastroyupi chalado”.

La visita da comienzo por las viñas plantadas en las terrazas del río Ebro, entre las que se encuentra un 5% del total de la suyas y que son destinadas a la investigación sobre microparcelas.

Abel me comenta que en la zona de la Sonsierra encontramos desde terrenos gravosos a arcillosos, pasando por limos y arenas, hechos que, junto con la agricultura de minifundios que caracteriza la zona, permite que existan vinos de registros tan dispares en la zona de San Vicente.

Seguidamente le pregunto por la cosecha de este 2010 y Abel, con una tímida sonrisa, no vaya a ser que gafe su pronóstico, me dice que tiene buena pinta ya que el invierno ha sido muy duro (frío y lluvia, con lo que arcilla y limo se han hidratado y permitirán aguantar el estrés hídrico que suponen los veranos) y se prevé un verano seco.

El sendero va alejándose del río y las plantaciones de vides ya dominan todo el terreno, distinguiéndose vides podadas en parra y otras en vaso (derecha e izquierda respectivamente). Un lego en la materia como yo, le pregunto a qué responde tal diferencia y el maestro Abel me indica que, en terrenos ricos, para que la vid sufra más (algo bueno, ya que así la uva no se hidrata en exceso) se suele podar en parra y que, en ocasiones, tal podado responde también a cuestiones de comodidad en la vendimia.

Por último, en relación con la poda, Abel me confiesa que, como en casi todo, no existe verdad absoluta, pero que el prefiere el vaso, pues nunca ha visto vides en parra de más de 40 años y sí vides en vaso de 150 años.

La ruta sigue, ya vamos por la segunda hora, y nos acercamos a las propiedades de las Bodegas Sierra Cantabria, momento en el que Abel aprovecha para alabarlas y desvelar parte del secreto de su éxito: son los que mejor pagan el kilo de uvas.

No acercamos a una de las parcelas por la que más cariño profesa Abel. Maite, su mujer, más tarde me confiesa que se debe a la mezcla de arcilla y arena que la caracteriza y que, según Abel, es un caldo de cultivo excepcional para sus excepcionales caldos (este burdo juego de palabras es de quien os escribe, tal y como los asiduos a este blog ya habrán deducido).


La experiencia campestre va llegando a su fin y, en breve, tocará comprobar la calidad del producto tras su paso por la bodega, no obstante, la última imagen que me ofrece la ruta es fantástica. Al fondo, el pueblo de San Vicente, en segundo plano, las Bodegas Contador (madre de vinos que no debéis perderos, incluso los jóvenes como A mi manera), y, en primer plano, el tesoro de esta zona, vides y más vides.

Ya en la bodega, Abel y Maite me indican que su filosofía es la mínima intervención, motivo por el que sus principales esfuerzos durante año se centran en la vid y la tierra. Esfuerzos que se extienden hasta el 24 de junio, momento en el que, hasta la vendimia, ya nada puede tocarse.

La producción que llega a las bodegas Abel Mendoza es la que se extrae de 20 hectáreas que, en un buen año, ronda los 110.000 kilos y que se materializa en unas 70.000 botellas.

70.000 botellas distribuidas entre:

Jarrate y Jarrate Crianza, de uvas provenientes de vides de 15 a 35 años.

Abel Mendoza Grano a Grano Tempranillo y Graciano, elaborado con uvas seleccionadas grano a grano por 12 personas 9 horas al día.

Abel Mendoza Selección. Su vino de más alta expresión y que cada año se elabora de la parcela que mejor producción (cualitativa) haya tenido.

Y sus vinos blancos monovarietales, Viura, Malvasía y Garnacha Blanca.

Al preguntarle por las barricas empleadas para la crianza de los vinos, Abel me indica que sólo utiliza barricas nuevas de roble francés, y sobre la clarificación de sus vinos me señala que se hace con clara de huevo ya que confiere un tanino más dulce a sus vinos.

Llegado el momento de su degustación, la ortodoxia de la cata y el coche que en breve tendré que coger me obligan a escupir cuanto ingiero. ¡Qué desperdicio!

No obstante, la hora que paso catándolos es todo un regalo para los sentidos y, embriagado, metafóricamente hablando, de placer me atrevo a formular una pregunta políticamente incorrecta al padre de esas criaturas.

¿A qué vino quieres más Abel?

Sorprendentemente me responde con un, y cito literalmente:

“El Graciano Grano a Grano, por su debilidad y para dar la razón a los que me tildan de ser el Borgoñón de la Rioja. Para mi, el graciano es el pinot noir riojano.”

Sábado 3 de abril, eran la 10 de la mañana y no me podía imaginar las magníficas 6 horas que me esperaban.

Sábado 3 de abril, eran las 4 de la tarde, y desde que dejé el colegio no recuerdo haber aprendido tanto en tan breve espacio de tiempo.

Gracias Maite y Abel.

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